Gerard Piqué fue un elemento clave en la exitosa e histórica campaña 2008-09, repleta de títulos, que realizó el Barcelona. Tras regresar del Manchester United a la que fue su casa como una joven promesa a la que Guardiola debía curtir, el internacional español se adueñó de un puesto en la zaga al lado de Puyol. Su tándem con el capitán hizo a la defensa culé casi inexpugnable, pero además dotó de una salida de balón desde atrás básica en el estilo de juego “made in La Masía” que han hecho desarrollado ‘los mayores’.
Muchos consideran a Piqué como el defensa perfecto, y le comparan ya con un mito como Beckenbauer (‘Piquenbauer’ le llaman algunos compañeros). Su 1.92 m. de altura le hace ser un especialista en el juego aéreo, pero lejos de padecer los rigores de un físico así, reúne rapidez y coordinación. Pocas veces hemos visto al catalán superado en velocidad por algún delantero, aunque en gran medida se debe a su excelente lectura del juego y buena colocación.
Algo que valoran mucho todos los entrenadores que ha tenido el canterano blaugrana es su compañerismo. Piqué hace grupo, es un jugador muy querido entre sus compañeros por su permanente sonrisa y sus bromas. A sus 23 años es uno de los pesos pesados en la caseta del Barcelona y pronto lo será en la Selección.
A Sudáfrica viaja con ganas de revancha. La Copa Confederaciones fue la primera gran competición a nivel de selecciones que disputó, y el gris papel de España, con la dolorosa derrota ante Estados Unidos, dejó huella y ganas de redención en Piqué.
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